Tenía ampollas de tejer, de esperarle. Se convencía a sí
misma de que su marido pensaba en ella tanto como ella pensaba en él.
Los pretendientes se agolpaban en la puerta, no sucumbiría a
la tentación habiendo llegado tan lejos, tenía que seguir tejiendo.
Sentía dolor, pero no solo en las manos. Un profundo malestar
nacía de sus entrañas y se apoderaba poco a poco de todo su cuerpo. Las dudas
le atormentaban desde hacía mucho tiempo. ¿Qué motivos tenía para esperar
durante tantos años a un hombre?
Reflexionaba sobre su
voluntaria condena ¿Era el amor por Ulises motivo suficiente para perder años
de su vida tejiendo y deshaciendo aquel maldito sudario?
Las ansias de volver a ver a su marido se iban transformando
en ansias de libertad y deseo. Pero tenía miedo de ser juzgada por su pueblo si
buscaba amor en otro hombre. Estaba segura de que Ulises no había sido nunca un
marido fiel, pero eso a la gente no le importaba, lo veían lógico. En cambio de
ella se esperaba una fidelidad absoluta. Si era infiel, Ulises la pegaría y la
humillaría delante de familiares y amigos, los cuales ya no la querrían.
Empezaba a comprender que el motivo de su espera era el miedo y no el amor.
Estaba condenada a tejer para rechazar sus sueños, esperando a un marido infiel
que tal vez estuviese muerto desde hacía tiempo.
Nacho Herranz
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