miércoles, 19 de marzo de 2014

Lisbeth Salander. Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson (2005)

Salgo a la calle y todavía recibo miradas extrañadas por mi apariencia y mi forma de vestir… Por favor… Que estamos en el siglo XXI, cosas más raras se han visto que unos tatuajes y unos piercings, como que después de una violación se culpe a la mujer en lugar de al personaje que ha cometido semejante atrocidad, o que una mayoría de hombres apruebe una ley sobre un tema que sólo concierne a la mujer… Pero, en fin, todavía en 2014 resulta raro que una mujer no sea femenina, porque, claro, desde pequeñas se les sigue educando para vestir elegantes, gustar a los hombres y casarse en un futuro; aunque, por supuesto, a ellos no se les enseña a gustar a las mujeres, sino a conseguir un buen nivel en esta sociedad, aún machista –por mucho que haya demasiadas personas que se nieguen a verlo- en el que se nos paga menos que a un hombre por el mismo puesto de trabajo y tenemos menos oportunidades de conseguirlo, puesto que existe el riesgo de quedarnos embarazadas y perder productividad… ¿De verdad es necesario tener algo entre las piernas para tener más derechos y más oportunidades? ¿Somos menos humanas por no tenerlo?
En fin… Seguramente, si alguien me oyese, pensaría que estoy loca, que estoy siendo demasiado agresiva; pero todos deberíamos sentirnos molestos y estar enfadados porque sigan existiendo estas diferencias. Mientras tanto, a mi me seguirán viendo como una rara y me seguirán rechazando en entrevistas de trabajo, por ser mujer, y más aún por no ser femenina.
No sé si alguien recordará cuando Iggy Pop se vistió de mujer y lo único que se oía era que si se había vuelto loco o si la droga le había afectado demasiado, pero eso es lo que probablemente piensen de mí cada día por no ser –y no querer ser- la mujer perfecta para un hombre, pero esto no va a hacer que cambie, porque como él dijo ser mujer o ser lo que quieras no es ninguna vergüenza.

Elena Miguel. 

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