miércoles, 19 de marzo de 2014

Emma Bovary. Madame Bovary, Gustave Flaubert (1856)

Mientras iba paseando por el pueblo, todos la miraban y empezaban a susurrar. Ella miraba cabizbaja al suelo, y se acordaba de la noche anterior. Lo único que quiero es ser feliz, buscar mi felicidad más allá de mi realidad.
Estaba con otro hombre, era una mujer casada y estaba con otro. Disfrutaba del adulterio y del placer. Ella quería estar con él para siempre, salir con él a la calle sin esconderse. ¿Qué pensarán? Que soy una cualquiera que he jugado con el corazón de mi marido mientras paseo con otro, pensaba ella.

En el pueblo todo se comentaba, pero los actos que realizaba una mujer se miraban con una lupa. A ellas, se las tachaba de putas, de cualquieras, mirándolas como si fueran asesinas, maestras del engaño, y eso va a cambiar por completo la visión de su persona. Pero ¿de verdad tenemos el derecho de juzgar a una mujer por lo que hace con su propia vida mientras el hombre es un “puto amo “por conseguir acostarse con dos mujeres a la vez? ¿Por qué es considerado un Dios por tirarse a una mujer casada y ésta a su vez, como un premio pasajero?

Elena de Abia

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