Ayla se había criado en una cultura que no era la suya.
Cuando llegó al clan, nadie podía imaginarse que se hiciera un hueco en el
grupo protegido por el oso cavernario. Era demasiado alta y fea comparada con
otras mujeres, así como incapaz de aprender las convenciones más simples de la
comunidad. Ayla no sabía comportarse. Hablaba con los hombres sin pedirles
permiso y no siempre se entregaba a ellos cuando querían. Todos se sintieron
sorprendidos e incluso ofendidos cuando el mog – ur creb dictaminó que Ayla
había sido por el poderoso león cavernario para ser su protegida, cuando los
tótems femeninos solían ser, sobre todo, más dóciles.
La rebeldía de Ayla le hizo incluso aprender por su cuenta a
cazar. ¿Por qué no podía simplemente acatar su rol?
Ayla nunca sería capaz de encontrar un compañero. A pesar de
haber conseguido un hueco en el clan gracias a su inteligencia y sus
habilidades, Ayla era un miembro molesto para la comunidad. La chica decidió
buscar a los suyos.
En las comunidades de donde ella procedía, Ayla descubrió
que las mujeres podían cazar. Podían ser mog- ur. Las mujeres cromañón podían
hablar directamente a los hombres sin pedir permiso, y decidir si querían entregarse
a ellos o no.
Ayla se pregunto por qué las cosas eran tan diferentes en
dos grupos de personas separados por escasos kilómetros.
Marta Pérez.
Marta Pérez.
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