sábado, 22 de marzo de 2014

Olympe de Gouges, Marie Gouze. (1748 -1793)


Buenos días, presido la vista en el juicio oral numero 1793 , en el que han sido nombrados como miembros del jurado publico los alumnos de segundo D, El caso que nos ocupa refiere sobre la acusación contra los integrantes del tribunal revolucionario cuyos máximos representantes  son Maximilien Robespierre y Saint Just.
Se les acusa de asesinato en la persona de Marie Gouze , mas conocida como Olympe de Gouges.
Defensora del estado federado propuesto por el partido girondino y favorable a su ideología. La defensa alega que dado el estado revolucionario, se considera legitima la ejecución de todo aquel que se oponga tanto por acción subversiva o no, al poder existente. La fiscalia determina que no procede la ejecución en la guillotina de una mujer escritora que denunciaba la verdad de lo que estaba ocurriendo y a la que se le negó el derecho de una defensa letrada. Así pues escuchadas ambas partes de la defensa y la acusación. El jurado deberá deliberar en el tiempo mínimo establecido la resolución de este caso visto para sentencia.

Inocentes o culpables?

Miguel Ángel Díez


Fantine. Los Miserables, Victor Hugo (1862)


Era una puta.

Todo el mundo sabía que era una puta. Montfermeil, el pueblo donde había nacido, la miraba por encima del hombro. Las paredes del lugar, un lugar que había prosperado mientras ella caía por el abismo de la perdición, susurraban a sus espaldas.

Algunos aseguraban que se llamaba Fantine, otros que tenía una hija en algún lugar de Francia, y que por eso estaba así. Se decía que había sido realmente hermosa, antes de que la pobreza se llevase sus dientes. Su pelo, ahora cortado al ras, antaño era una hermosa melena rubia.

En realidad, poco importaba.

Había aprendido a ignorar los insultos. Paseaba por las calles, ajena a la atenta mirada de los vecinos. No merecía la pena, ninguno merecía la pena. Nadie. Salvo su pequeña. Si seguía viva, era por ella. No podía dejarla sola, no podía dejar que Cosette, su Cosette, pasara por lo mismo por lo que estaba pasando ella.

A nadie le sorprendió que aquel hombre le pusiera nieve en la espalda. Nadie acudió a socorrerla, a ayudarla. Ella se giró y le atacó, con los tristes restos de una dignidad ya perdida. Un corro se formó a su alrededor, aplaudiendo y victoreando como si se tratase de un animal de circo. Notó una mano agarrarla de su deshilachado y sucio vestido.


Y luego, miedo.

Andrea Florido

Mariam. Mil Soles Espléndidos, Khaled Hosseini. (2007)


Todo empezó a los 15 años. Como la mayoría de las mujeres afganas, a esta temprana edad me vi obligada a casarme, o fui vendida a un hombre mucho mayor que yo que desde el primer momento me vetó de palabra y dignidad. Violaciones, palizas, abortos forzados en terribles condiciones…  Somos muchas las mujeres que desde la oscuridad y la clandestinidad luchamos a diario por el bien de nuestros hijos, buscando asegurarles un futuro digno.  Los casos de violencia, tanto física como psicológica se multiplican día a día en las calles de esta ciudad y de todo el mundo mientras que, las mujeres, seguimos luchando por la igualdad que desde hace tanto ansiamos. Defender nuestros derechos supone hoy en día un riesgo de muerte en esta cultura donde el más ignorante es precisamente el que más poder tiene. Esperaré por lo tanto, y no sin luchar, el día en que vea un Afganistán libre de prejuicios, donde mujeres y hombres convivamos en igualdad y no se vea el mínimo ápice de desprecio hacia nadie. Hasta entonces queda un largo camino que debemos recorrer todos juntos…

Jaime Torrego



viernes, 21 de marzo de 2014

Anna Sergeievna. La Dama y el perrito, Chéjov (1899)

¿Y los otros 364 días?
Dicen que tengo 22 años, que me casé a los 20, y que tengo grandes cargos de conciencia por haber tenido una aventura con él. Están equivocados. A pesar de mi juventud,  la tristeza y melancolía que transmito son causa de otras razones…  pero, ¿quién habla de ello? ¿ese “alguien” que todos evitamos?
Mi nombre es Anna, aunque todos me conocen por “La Dama”. Teniendo presente el personaje al que doy vida, hagamos un ejercicio: olvidemos que Chéjov es mi creador, olvidemos que soy rusa y que viví en el s XIX; vamos a imaginar que estamos en la segunda década del 2000 y que en vez de Anna o “La Dama”, me llamo “Mujer”.
Desde principios del siglo pasado, poco a poco se ha extendido por los continentes una celebración internacional de un día, solo un día al año, en el que supuesta y teóricamente se reivindica nuestra “libertad de pensamiento y autonomía personal”, se festeja el aniversario de muerte de aquellas heroínas y se planea y planea el progreso futuro de este género.
El cuento en el que soy protagonista cuenta lo infeliz que soy, yo he intentado encontrar la felicidad, al igual que el resto de humanos,  pero al darme cuenta de mi fracaso, abunda en mí gran desesperanza y pesimismo. A veces, siento que tengo la clave para mejorar, como actualmente se cree lo mismo…  sin embargo, a la hora de tomar decisiones, el miedo y la cobardía me limita, ¿no ocurre algo parecido hoy en día?

Como Anna, no quiero esperar a encontrarme con Gúrov para sentirme libre, como mujer, no quiero esperar otros 364 días para que me tengan en cuenta. Mostremos ese “algo poético, bello, ejemplar o simplemente interesante en nuestra actitud” y no dejemos acabar así nuestra historia: “Y parecía que faltaba poco para encontrar la solución y comenzar (…) una nueva y maravillosa vida; pero todos comprendíamos claramente que el final estaba todavía muy lejos y que lo más complicado y difícil no había hecho más que empezar”

Andrea Pulpillo

jueves, 20 de marzo de 2014

Los Monólogos de la Vagina, Eve Ensler (1996)

 Aparece la protagonista. Empieza a leer un fragmento de Los Monólogos de la Vagina. Su expresión pasa del asombro al susto, deja el libro rápido y mira a su alrededor con timidez. Se dirige a la supuesta entrevistadora, Eve Ensler, nerviosa.

   “Nunca me habían hecho esa pregunta antes... Que cómo llamaría a una vagina. (Risa)¿A la mía o a la suya? (Señala.) ¿Venus? (Pausa) Sí, bueno… (Resopla) Supongo que simplemente no se puede hablar de ello, ¿no? Quiero decir, si Venus un día está enfadada, cállate. Y si no quiere ir de fiesta es que el sistema solar no funciona como “debería”. Siempre igual, oye. Algo debe ser así y asá. ¿La ropa de…? (Señala abajo) Seguramente unos pantalones, una sudadera y unas zapatillas. Todo simple y cómodo. ¿Femenina?¡¿Y qué tendrá que ver?! Bueno… Quizá es que mi concepto de femenina y de mujer es un poco lo que la palabra “vagina” es para aquellos que prefieren llamarla de otra forma… Sí, quizá algunos me vean como una gran “Venus” y se asusten y no quieran mirarme ni pronunciarme. Pero oye, ¿por qué tengo que ser otra cosa? (Pausa) Quiero decir, ¿es que acaso tú dejarías de comerte un tomate si por casualidad tiene una hoja amarilla?¿Es un poco menos tomate por eso?¡No! Es un señor o señora tomate hecho y derecho. ¿O no es cierto que, por el contrario, incluso a veces como tontos, cambiamos la tapa del boli azul y se la ponemos negra? ¡Y hasta nos sentimos mejor!

Deberíamos poder coger la tapa de un boli negro, naranja, fucsia o arcoíris, para nuestro Venus. ¡Sin tener que excusarnos! Estoy cansada de gente que dice y no para de hablar sobre qué y cómo debe ser nuestro boli. ¿Quién determina qué? ”Qué poco femenina eres”¿Es que acaso yo digo cómo debe ser tu tomate, tu “Vulcano” o su Venus mismamente? (Pausa) Al fin y al cabo, sólo tenemos un sistema solar. ¿Es tan difícil de comprender?”

Ana Benito

miércoles, 19 de marzo de 2014

Nora. Casa de muñecas, Henrik Ibsen (1879)

¿Cómo me voy a arriesgar a hacer algo que a él no le guste? Él es mi Hermer, Torvald. Y yo soy su ardillita, su estornino, su pajarito fiel. Él me hace feliz, me quiere con mis defectos.

Me considero incapaz de hacer algo que a él le enfade, con lo que me quiere. Fíjate que el otro día pude hasta ir a la confitería y comprar los regalos para los niños. Él trabaja duro, para mantener a esta familia, para que podamos vivir felizmente. Dispongo de todo el dinero que necesito, y me sobra para mis caprichos. No, no puedo hacerlo. Es más, se lo voy a decir ahora mismo. Entraré en su despacho y le contaré mis intenciones. Sí, me dirá lo que es mejor, siempre tiene razón, él sabe lo que nos conviene. Pero se va a enfadar, me volverá a llamar “golosilla” y me dejará sin mis almendras, como aquella vez… y a su alondra le costará gorjear.

María Aguado

Emma Bovary. Madame Bovary, Gustave Flaubert (1856)

Mientras iba paseando por el pueblo, todos la miraban y empezaban a susurrar. Ella miraba cabizbaja al suelo, y se acordaba de la noche anterior. Lo único que quiero es ser feliz, buscar mi felicidad más allá de mi realidad.
Estaba con otro hombre, era una mujer casada y estaba con otro. Disfrutaba del adulterio y del placer. Ella quería estar con él para siempre, salir con él a la calle sin esconderse. ¿Qué pensarán? Que soy una cualquiera que he jugado con el corazón de mi marido mientras paseo con otro, pensaba ella.

En el pueblo todo se comentaba, pero los actos que realizaba una mujer se miraban con una lupa. A ellas, se las tachaba de putas, de cualquieras, mirándolas como si fueran asesinas, maestras del engaño, y eso va a cambiar por completo la visión de su persona. Pero ¿de verdad tenemos el derecho de juzgar a una mujer por lo que hace con su propia vida mientras el hombre es un “puto amo “por conseguir acostarse con dos mujeres a la vez? ¿Por qué es considerado un Dios por tirarse a una mujer casada y ésta a su vez, como un premio pasajero?

Elena de Abia

Mirandolina. La Posadera, Carlo Goldoni (1750)

¿Por qué una mujer no puede ser capaz de llevar un negocio? Me parece insensato pensar que nosotras, por la condición de ser mujer, somos inferiores a los hombres. Nunca nos han dejado demostrar nuestras cualidades, y por ello se creen que no estamos capacitadas para nada más que llevar a cabo las tareas del hogar. Esta mentalidad debería empezar a cambiar si no queremos seguir haciendo lo que ellos nos manden. Por ello, me he propuesto llevar sola mi posada, sin ningún hombre que me ayude, pues quiero demostrar como una mujer puede sacar adelante todo lo que se propone.

He decidido luchar por mi autonomía y libertad, y por el cambio de la sociedad en donde la mujer tome la iniciativa. Así, me siento orgullosa de haber conseguido que todos mis huéspedes, hombres, claro, estén a mi disposición en todo momento, pues es lo que hemos sabido nosotras durante toda la vida. ¿Acaso las mujeres no tienen derecho a disfrutar la vida como los hombres?

Gema García 

Lisbeth Salander. Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson (2005)

Salgo a la calle y todavía recibo miradas extrañadas por mi apariencia y mi forma de vestir… Por favor… Que estamos en el siglo XXI, cosas más raras se han visto que unos tatuajes y unos piercings, como que después de una violación se culpe a la mujer en lugar de al personaje que ha cometido semejante atrocidad, o que una mayoría de hombres apruebe una ley sobre un tema que sólo concierne a la mujer… Pero, en fin, todavía en 2014 resulta raro que una mujer no sea femenina, porque, claro, desde pequeñas se les sigue educando para vestir elegantes, gustar a los hombres y casarse en un futuro; aunque, por supuesto, a ellos no se les enseña a gustar a las mujeres, sino a conseguir un buen nivel en esta sociedad, aún machista –por mucho que haya demasiadas personas que se nieguen a verlo- en el que se nos paga menos que a un hombre por el mismo puesto de trabajo y tenemos menos oportunidades de conseguirlo, puesto que existe el riesgo de quedarnos embarazadas y perder productividad… ¿De verdad es necesario tener algo entre las piernas para tener más derechos y más oportunidades? ¿Somos menos humanas por no tenerlo?
En fin… Seguramente, si alguien me oyese, pensaría que estoy loca, que estoy siendo demasiado agresiva; pero todos deberíamos sentirnos molestos y estar enfadados porque sigan existiendo estas diferencias. Mientras tanto, a mi me seguirán viendo como una rara y me seguirán rechazando en entrevistas de trabajo, por ser mujer, y más aún por no ser femenina.
No sé si alguien recordará cuando Iggy Pop se vistió de mujer y lo único que se oía era que si se había vuelto loco o si la droga le había afectado demasiado, pero eso es lo que probablemente piensen de mí cada día por no ser –y no querer ser- la mujer perfecta para un hombre, pero esto no va a hacer que cambie, porque como él dijo ser mujer o ser lo que quieras no es ninguna vergüenza.

Elena Miguel. 

Nora. Casa de muñecas, Henrik Ibsen (1879)

De 1879 a hoy en día ha habido muchos cambios pero, tal vez, no todos los suficientes. Las mujeres hoy en día hemos adquirido una pseudo-libertad y autonomía. Trabajamos fuera del hogar, pero tenemos mayor dificultad para ascender a mejores posiciones en el trabajo y a igualdad de puestos, se nos paga menos que a los hombres. A pesar de trabajar la misma cantidad de horas que nuestras parejas, seguimos asumiendo nuestro rol ancestral en el hogar. Somos las que nos ocupamos mayoritariamente de las tareas del hogar, del cuidado de los hijos y de los mayores. Se nos exige además estar guapas y delgadas como muñecas idénticas.
Algunas son cuidadas como muñecas y como tales se las excluye de las decisiones importantes. Pero no siempre es así, en nuestro continente, un porcentaje importante de mujeres sufre abusos físicos y psicológicos por parte de sus parejas y en sus puestos de trabajo. Si salimos a otros continentes, la situación es mucho peor, existe la ablación en niñas y la sospecha de infidelidad se paga con la muerte por lapidación, sin posibilidad de escapar de un pedrazo.

Juan Jaliquias.

martes, 18 de marzo de 2014

Lisbeth Salander. Los hombres que no amaban a las mujeres (2005)


Volvía a casa tras acabar con uno de esos asquerosos pintores de lienzos morados y rojizos. "Un cerdo menos", pensó Lisbeth. Tras entrar en casa, fue directa hacia el ordenador. Un día más se convirtió en escritora anónima. Su blog era una caja de odio y desprecio que aumentaba mientras más salía al mundo real. Esta vez su objetivo eran los jefazos de una conocida empresa de publicidad. "Ese despacho está lleno de cerdos hipócritas que exhalan mezquindad y machismo en cada palabra", escribía con rabia.
Aquella chica desconocida para Lisbeth estaba convencida en ganarse un puesto entre los altos directivos de la empresa. Mucha y dura competencia, y más si desconocía el criterio de elección del Consejo. Lisbeth no la defendía; le repugnaba la actitud de ellos. La vacante de la empresa se ajustaba a la desconocida como un guante. Activa, segura, firme. Sin duda debía ser la elegida. Pero no lo fue. Nunca ellas lo son. Tener polla se convertía para los directores en símbolo de autoridad, y no de virilidad. Trabajar era un viaje temporal hacia tiempos atrás. Lisbeth arremetía con bombas verbales contra los muros machistas fijados desde principios de los tiempos, y aún no derribados. El sonido puntiagudo de las teclas del ordenador concluía. “Parece que la brecha entre hombres y mujeres no termina de coserse”.

José Barragán.

lunes, 17 de marzo de 2014

Jane Eyre (1847)


Querido lector, como todo en mi vida, mi boda no podía ser la excepción y ser perfecta o como yo deseaba... Yo sabía que no me merecía tampoco la mejor de las bodas, pero desde el primer momento todo fue al revés de como yo quería... El Señor Rochester temía que yo me enterara de quién era la loca que vivía en lo alto de la casa, y yo estaba preparándome con la Señora Fairfax y con Adele merodeando entre mi vestido cuando él apareció más furioso y más nervioso de lo que yo nunca le había visto, me cogió de un brazo y tiró de mi, quería llevarme a la iglesia rápido y como fuera... No entendía por qué ese trato... Porque intentaba casarse conmigo en ese momento como fuera y tirando de mi como si fuera un animal...
Y sucedió. No podía creerlo, el señor Rochester me había traicionado, la única persona que me había querido en toda mi vida, después de todo el sufrimiento que había tenido que pasar en mi vida, lo único que yo consideraba real se desvaneció. Nunca me habían hecho tanto daño... ni tan siquiera cuando me pegaba mi primo me había sentido así. Me había traicionado el que yo consideraba el amor de mi vida, y sentí el mayor dolor que se podía sentir... Tenía que irme de esa casa como fuera, no podía permitir tanto dolor.

Irene Valdelvira Tauste

Lisbeth Salander. Los hombres que no amaban a las mujeres (2005)


Las mujeres debemos imaginarnos cómo nos sentiríamos si nos violaran. Pues bien, te conviertes en la muñeca hinchable de un ser asqueroso. Mientras tú estás aterrada, lloras y gritas, él disfruta, y sientes su sudor, sus manos por todo tu cuerpo, te das cuenta de que jamás volverás a ser aquella persona que has sido hasta ahora y que tanto te ha costado ser y que tu vida se está derrumbando en ese instante. Sobra decir si te has quedado embarazada debes aguantarte y tener a tu hijo, porque este Gobierno lo ha decidido así. Es decir, nuestra vida cambiaría para siempre porque a alguien se le ha ocurrido destrozar nuestra existencia.

Julia Valentín Herranz.

Waris Dirie. Flor del desierto (1998)


Naces en el siglo XXI, después de nueve meses en la tripa de tu madre, igual que miles de niños en el mundo, pero tú has nacido en África y eres una niña. Cuando tienes cinco años eres mutilada genitalmente, mientras tu madre te sujeta, una anciana te secciona el clítoris y la parte interna de la vagina, con una cuchilla  o un cristal y luego te cose, dejando una minúscula abertura para orinar y menstruar. Probablemente mueres  desangrada o por una infección, pero si sobrevives, al cabo de unos años te conciertan un matrimonio, y en la noche de bodas tu marido te descose y se acuesta contigo. Tú tienes que ignorar el dolor y sentirte orgullosa, porque eres una mujer pura, una mujer digna. Ese dolor te acompaña toda la vida, cada día, cada mes, y es aún más terrible en cada parto. Pasas lo que te queda vida trabajando y criando a tus hijos, y mueres siendo una de las dos millones de mujeres mutiladas cada año, mujeres a las que no sólo os privan del placer en las relaciones sexuales y os condenan a una tortura física, sino que os arrebatan parte de vuestra humanidad.

Helena González González.

Úrsula Iguarán. Cien años de soledad (1967)


Así pues, cuando por fin escampó, tras cuatro años, once meses y dos días, Úrsula Iguarán cumplió su promesa,  e incluso en el momento de morir se mostró terca y decidida. El ánimo de su corazón invencible quedó truncado por la soledad que la había invadido en los últimos años de su larga vida. Murió sola. Lo cierto es que muy pocos en Macondo se acordaban de ella ¿cómo podía ser aquello posible? Al fin y al cabo ella fue uno de los grandes pilares sobre los que se construyó la ciudad, fue capaz de mantener a su estirpe unida y se convirtió en la voz de la razón en una familia de locos. Sin embargo, nada de esto parecía importar ahora. Aquella mujer testaruda, severa, siempre preocupada por los suyos, diligente, laboriosa, tenaz… ella que había vivido por y para los demás… En unos días no sería nada más que polvo. Probablemente ni siquiera ocuparía un lugar en el recuerdo de los habitantes de Macondo, y es que muchas veces las mujeres sostienen el mundo en vilo para que no se desbarate, mientras los hombres tratan de empujar la historia. Al final uno se pregunta cuál de las dos cosas será la menos sensata. 

Laura Moreno González.

Ofelia. Hamlet (1600)


Ese fino hilo que separa el amor pasional del enfermizo y que ni si quiera soy capaz de distinguir…; Habitualmente me sumerjo en sus ojos y dudo de lo que me dicen sus palabras.
 En tan solo un instante la ira se apoderó de él. Era todo tan extraño…nunca había vivido una situación igual. Siempre me había tratado con delicadeza y dulzura haciéndome sentir una mujer especial y querida, pero ese día enloqueció repentinamente.
 Al mismo tiempo que sus chillidos retumbaban en mi cabeza, los sentimientos de confusión y de cierto miedo comenzaban a dominarme. Estaba a centímetros de mí, su voz se alzaba por encima de la mía, mostrándome su hombría. Su sonido era como una aguja clavándose en mis entrañas. Estábamos inmersos en un continuo vaivén de reproches y acusaciones. Intenté acercarme a él pero me empujó y caí al suelo segundos después. Debí  tropezarme sin querer.

Sus ojos llenos de ira y odio brillaban al mirarme, me hacía sentir única. Sé que me ama y que esto es puntual, o no, pero parece ser que en esto consiste el amor.

María Delgado Cassidy.

Isabel. Cumbres Borrascosas (1847)


Ayer lo volvió a hacer. Volvió a mirarme de esa forma que me hiela la sangre. Su mirada es, de todo lo que me hace, lo peor. Su persona es insoportable, sus palabras, o más bien insultos. Son como cuchillos y esa mirada tan detestable, cargada de odio, hace de mi mundo un infierno en el que él se convierte en diablo.
¿Él cambiará? No, no lo creo.
¿Yo puedo cambiarle? Ni en sueños. Pero puedo cambiar mi destino, y estas lágrimas que ahora derramo serán de alegría y no de dolor.

Laura Cabrera.

Elisabeth Bennet. Orgullo y Prejuicio, Jane Austen.(1813)


Mi madre caminaba de un lado al otro de la sala de estar, nerviosa y alterada.
Yo la observaba tranquila, esperando que en cualquier momento me diese un bofeton o algo similar.Pero no lo hizo. Me miró,y con voz solemne habló: 

- Espero que sepas que eres la vergüenza de esta familia,Elisabeth. Tu actitud caprichosa no ha hecho mas que deshonrarnos y traernos la mala fama.
¿Sabes acaso lo difícil que seria ahora encontrar un hombre en condiciones para tus hermanas pequeñas? Ya no eres una cría,Elisabeth. Ya es hora de que dejes de lado tus pasiones y tu orgullo, y que te centres en honrar a tu familia y asegurarte un porvenir porque no hay hombre que quiera como esposa a una mujer de veintitantos. ¿No te das cuenta?¿ Acaso no eres consciente de la mala imagen que tendrá ahora de nosotros la familia del señor Collins y su circulo de amigos ? Y todo porque tú no has querido casarte con él. Eres una irresponsable,Lizzie.

No podía creer lo que oía. Furiosa me levanté del butacón.

- ¿Sabes que ocurre madre? Que eres incapaz de entender nada que vaya más allá de los límites convencionales. No puedes abrir tu mente para comprender que tal vez tu hija no desee casarse con un hombre aburrido y mediocre por el simple hecho de no defraudar a su familia. Tal vez no quiera dedicar mi vida a criar a un puñado de niños y a contestar a mi marido mientras leo novelas románticas y sueño con ese amor idílico que pudo ser pero jamás será.
¡Sólo tengo veinte años! Me queda por vivirlo todo. ¿Y qué si la gente en el pueblo me mira y murmura con desaprobación? Prefiero vivir sin ser aceptada socialmente,que ser como esas mujeres que por las mañanas preparan guisos y postres para su marido y sus hijos y a la tarde se escabullen a la casa del frutero para pasar un buen rato. ¡Hipocritas! ¡Sois todas unas hipócritas! Rechazáis que cada uno viva la vida a su manera,pero aprobáis la hipocresía que sigue vuestras vidas. ¿Acaso crees que yo no siento vergüenza de tener una madre que prefiere la aceptación social a la felicidad de su propia hija? Eso sí debería ser juzgado. Pero es gracioso,madre,porque aquellos que tenéis la mente mas cerrada, resultáis ser los que siempre tenéis la boca abierta para criticar.

Paula Prieto

Penélope. La Odisea,Homero.


Tenía ampollas de tejer, de esperarle. Se convencía a sí misma de que su marido pensaba en ella tanto como ella pensaba en él.
Los pretendientes se agolpaban en la puerta, no sucumbiría a la tentación habiendo llegado tan lejos, tenía que seguir tejiendo.
Sentía dolor, pero no solo en las manos. Un profundo malestar nacía de sus entrañas y se apoderaba poco a poco de todo su cuerpo. Las dudas le atormentaban desde hacía mucho tiempo. ¿Qué motivos tenía para esperar durante tantos años a un hombre?
Reflexionaba sobre su voluntaria condena ¿Era el amor por Ulises motivo suficiente para perder años de su vida tejiendo y deshaciendo aquel maldito sudario?

Las ansias de volver a ver a su marido se iban transformando en ansias de libertad y deseo. Pero tenía miedo de ser juzgada por su pueblo si buscaba amor en otro hombre. Estaba segura de que Ulises no había sido nunca un marido fiel, pero eso a la gente no le importaba, lo veían lógico. En cambio de ella se esperaba una fidelidad absoluta. Si era infiel, Ulises la pegaría y la humillaría delante de familiares y amigos, los cuales ya no la querrían. Empezaba a comprender que el motivo de su espera era el miedo y no el amor. Estaba condenada a tejer para rechazar sus sueños, esperando a un marido infiel que tal vez estuviese muerto desde hacía tiempo.

Nacho Herranz

Dora Annenkov. Los Justos, Albert Camus.(1949)


Mi nombre es Dora Annenkov y soy militante del partido socialista revolucionario.
Rusia,señores,tiene hambre. Miles de niños se desvanecen cada día porque sus estómagos se escurren vacíos mientras el Zhar y los duques se atiborran de comida que les sobra. 
El pueblo tiene sed. Para el Zhar y la burguesía parece ser que el pueblo son solo los hombres ,a pesar de que a ellos,si son obreros ,tampoco les tienen en cuenta. 
Y las mujeres... Las mujeres tenemos las muñecas cansadas,magulladuras de vivir entre grilletes. Por eso confío en la revolución. Yo me confieso de creer en ella y daré por ella mi vida si es necesario,pues es de todo punto preciso e inminente terminar con el yugo del Zharismo que tantos niños se ha llevado y tantas mujeres ha enmudecido y mutilado. 
Boria, dame la bomba. Sí,la próxima vez. Quiero arrojarla yo. Quiero ser la primera en arrojarla. No lo haré por mi,lo haré por nosotras.
Lo haré como dijo Rosa Luxemburgo; "por un mundo donde seamos socialmente iguales,humanamente diferentes y totalmente libres".

Santiago Pedrazzoli

Alice. La Soledad De Los Números Primos, Paolo Giordano. (2008)


Fabio,no se si sabes que antes de tenerte a ti, yo me tenia a mi. ¿Dime qué coño tengo ahora?
Antes me pertenecía el reflejo que me devolvía el espejo ,las llamas telefónicas mi forma de vestir y también lo que decía o a donde iba...
Era una mujer independiente que sabía que no necesitaba a ningún hombre en mi vida para completarla.
Pero entonces apareciste tú,vendiendome un amor que nunca creí necesitar.
El problema es que la vida que prometiste era distinta de la que me has dado, el hogar ideal era solo la fachada bonita de una prisión en la que tú eras el alcaide.

No dudo que me quieras,no,mas que a nadie tal vez,pero esto tenía que ser una cosa de dar y ha pasado a ser un juego en el que tú me quieres, a tu manera, o eso dices, y yo,mientras tanto,he dejado de quererte a ti y con ello también a mi.

Me limito a ser víctima de tu amor,sin voz ni voto dejando que seas tú quien manda en mi vida y en mi cuerpo.
Porque esa es otra,mi cuerpo...¿Tener un hijo?,¿Quién me ha preguntado a mi? Ha sido tu decisión, igual que la de dónde y cuándo hacerlo, convirtiéndome a mi en un mero factor de tu ecuación.

Después de anoche ,después de saber que soy incapaz de darte lo que quieres de mi,de que me empujaras y tiraras la que iba a ser nuestra cena,de que salieses por la puerta sin mirar atrás para asegurarte de que estaba bien ,no he sido capaz de levantarme en horas y habría sido mejor,así esta mañana no me habría visto en el espejo.
Ahora tengo miedo de escuchar las llaves en la cerradura o el coche aparcando fuera,así que debo irme,antes de que vuelvas.
No nos engañemos,va a ser lo mejor para los dos. Déjame ir.

Ojalá encuentre el valor para dejar esta carta en tu mesilla,coger las cosas e irme. Pero sé que una vez más, mis palabras no llegarán a tus manos e irán a parar al fondo del cajón  de la ropa interior,y de ahí,después,a la basura. Tarde o temprano la encontrarías en uno de tus múltiples registros ya que no me queda ni un centímetro cuadrado de este planeta que me pertenezca y no me hayas arrebatado ya.

Inés Sanz

Krimilda, El Cantar de los Nibelungos (S.XIII)



Miro a mi alrededor y veo una historia en la que mando yo, una historia de la que soy protagonista, esta es mi venganza. No dejo de preguntarme a cuántas mujeres se les prohíbe, solo por el hecho de ser mujeres, tener su propia historia, poder vivir como mujeres libres en una sociedad que parece que no escucha los gritos de libertad de millones de ellas que están a la sombra, que no tienen la posibilidad de vivir una venganza, de luchar, de reír, de tener una vida.

En mi mundo, el de la literatura, sigue habiendo machismo. El machismo al que me refiero es el que veo cuando millones de estudiantes solo memorizan nombres de escritores masculinos, o cuando personajes de grandes obras literarias son castigadas siendo mencionadas una vez o siendo acusadas de ser las causantes de los problemas (Ahí tenemos a Eva). Nadie sabe por qué Bramimonda en El Cantar de Roldán es casi inexistente, o por qué Emma Bovary no se atreve a dejar a su marido cuando éste es la persona que más infeliz le hace…

Me resulta difícil comprender por qué, si lo mas importante de esta sociedad (o por lo menos el primer paso a la cultura) es la educación, no intentamos empezar eliminando el machismo en las aulas, creando unas generaciones que opten por la igualdad; esa igualdad justa y lógica que no entiendo por qué no existe ya, esa igualdad por la que hay que seguir gritando y luchando.

Una mujer llamada Florence Thomas dijo “Creo que un día existirá en el mundo entero un lugar para las mujeres, para sus palabras, sus voces, sus reivindicaciones, sus desequilibrios, sus desórdenes. Un día, no muy lejano, espero, dejaremos de atraer e inquietar a los hombres; dejaremos de escindirnos en madres o putas, en Marías o Evas, imágenes que alimentaron durante siglos los imaginarios patriarcales; habremos aprendido a realizar alianzas entre lo que representa María y lo que significa Eva. Habremos aprendido a ser mujeres, simplemente mujeres.”

Cuando el mundo empiece a girar en el sentido de la igualdad, de la libertad, no habremos podido gritar ni más alto, ni más claro.





Cristina Pascual

domingo, 16 de marzo de 2014

Wendy Torrance, El Resplandor, Stephen King (1977).

Tu siempre relegado a tus asuntos, tu siempre en tu soledad, inaccesible. Yo aquí relegada al hotel y a la inmensidad de sus salones, limpiándolo todo, cuidando de Danny. Porque tú nunca le has querido de verdad, para ti el es un estorbo. Esa frialdad con la que nos hablas… ni el más mínimo gesto de afecto. Tu arma es el silencio. Para ti el afecto no existe. Por más que no quiero darme por vencida siempre me surge esa imagen de una dulce niña pequeña tirando de la falda de su madre en busca de atención. Porque tú no me atiendes ni me piensas. Tú me asumes y me anulas. Para ti soy solo otro estorbo.

Rafa García.

Emma Bovary. Madame Bovary, Gustave Flaubert (1856).

La estrecha realidad te ahoga, mientras la pintan de igualdad. La pintan con lápiz, en tonos grises y se guardan la goma por si hay que rectificar algo. ¡No se les vaya a ir de las manos! Porque sobre el papel todo es más fácil.
Desde mi desasosiego personal y existencial medité varias veces sobre las consecuencias de ser mujer y los motivos que habían llevado a ello. No se dice, pero el machismo se nos ha inculcado desde que a alguien se le ocurriera que la mujer salió de la costilla de un hombre ¡de un hombre!
Los hombres no saben lo que es sufrir realmente y parece que necesitan la violencia para sentirse superiores… ¿se habrán dado cuenta del poder de la mujer y ahora tienen miedo?  << ¿Miedo? ¿A una mujer? ¡Por favor, si quiero no lo cuenta! >>.

Y es que yo, oh, pobre ingenua de mí, esperaba un cambio, una evolución. Porque detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, pero el problema es que parece que no se quieren enterar.


Rubén Gutiérrez.

Ayla, El Clan del Oso Cavernario: Jean M. Avel (1980).

Ayla se había criado en una cultura que no era la suya. Cuando llegó al clan, nadie podía imaginarse que se hiciera un hueco en el grupo protegido por el oso cavernario. Era demasiado alta y fea comparada con otras mujeres, así como incapaz de aprender las convenciones más simples de la comunidad. Ayla no sabía comportarse. Hablaba con los hombres sin pedirles permiso y no siempre se entregaba a ellos cuando querían. Todos se sintieron sorprendidos e incluso ofendidos cuando el mog – ur creb dictaminó que Ayla había sido por el poderoso león cavernario para ser su protegida, cuando los tótems femeninos solían ser, sobre todo, más dóciles.
La rebeldía de Ayla le hizo incluso aprender por su cuenta a cazar. ¿Por qué no podía simplemente acatar su rol?
Ayla nunca sería capaz de encontrar un compañero. A pesar de haber conseguido un hueco en el clan gracias a su inteligencia y sus habilidades, Ayla era un miembro molesto para la comunidad. La chica decidió buscar a los suyos.
En las comunidades de donde ella procedía, Ayla descubrió que las mujeres podían cazar. Podían ser mog- ur. Las mujeres cromañón podían hablar directamente a los hombres sin pedir permiso, y decidir si querían entregarse a ellos o no.

Ayla se pregunto por qué las cosas eran tan diferentes en dos grupos de personas separados por escasos kilómetros.


Marta Pérez.

Cenicienta, Charles Perrault (1697).

Hola, mi nombre es Cenicienta y esta es mi confesión. He maltratado a mi marido, tanto psíquica como físicamente. Anoche terminó en el suelo sangrando por la nariz. ¿Pero qué queríais que hiciera? Era lo mínimo que podía hacer. Yo solo quería educarle a ser un gran marido, quería enseñarle quien manda aquí de forma pasiva, pero si se opone, me reprocha, o me desobedece, no tengo otra opción que poner orden. Es su culpa que no quiera obedecer, por las buenas.
                Bueno, quiero confesar que esta vez me he pasado. Pero han de entenderme, yo lo he pasado muy mal, tengo un pasado muy oscuro, un pasado huérfano, rodeado de trabajo, de bullying familiar...haberme sometido a mi madrastra, es algo que me hizo débil, me llevó a la depresión e incluso a la locura, fíjense, hasta llegué a ver ratones que se convertían en caballos y calabazas en carrozas.
                Pero eso no es la razón por la que mi marido me trate así, no me entiende y se pasa el día preguntándome por cada cosa que hago y, luego cuando soy yo la que se preocupa por él, va y me da la espalda, ¿Entendéis ahora por qué me veo obligada a hacer lo que hago? No soporto que la persona que más me quiere no me haga caso “Porque tú me quieres ¿verdad? “
A veces, cuando pienso que ya es suficiente, siento pena de oírle llorar y me arrepiento, incluso admito que me he pasado y me hace sentirme culpable. En ese momento me pongo a llorar con él y no estoy bien hasta que no me perdona. Anoche admito que me pasé, me levantó la voz y tuve que ponerme firme. No fue hasta que cogió el teléfono para pedir auxilio cuando perdí los papeles y le tiré al suelo seguido de múltiples patadas a la cara.
                Así que, después de esta confesión Sr. Policía me considero culpable de maltrato masculino.
                Hola, me llamo Cenicienta y esta es mi confesión. Sois mi última ayuda, no sabía a quién acudir. Mi marido me corta el teléfono noche y día y me obliga a mentir a mis amigas sobre el origen de mis magulladuras. Nadie me cree, nadie me ayuda, ¿quién va a creer que un príncipe aparentemente bondadoso pueda pegar a su mujer? Tiene la cuartada perfecta.

                Hola, me llamo Cenicienta y ya no aguanto más.-


Andrea Ceballos.