lunes, 17 de marzo de 2014

Krimilda, El Cantar de los Nibelungos (S.XIII)



Miro a mi alrededor y veo una historia en la que mando yo, una historia de la que soy protagonista, esta es mi venganza. No dejo de preguntarme a cuántas mujeres se les prohíbe, solo por el hecho de ser mujeres, tener su propia historia, poder vivir como mujeres libres en una sociedad que parece que no escucha los gritos de libertad de millones de ellas que están a la sombra, que no tienen la posibilidad de vivir una venganza, de luchar, de reír, de tener una vida.

En mi mundo, el de la literatura, sigue habiendo machismo. El machismo al que me refiero es el que veo cuando millones de estudiantes solo memorizan nombres de escritores masculinos, o cuando personajes de grandes obras literarias son castigadas siendo mencionadas una vez o siendo acusadas de ser las causantes de los problemas (Ahí tenemos a Eva). Nadie sabe por qué Bramimonda en El Cantar de Roldán es casi inexistente, o por qué Emma Bovary no se atreve a dejar a su marido cuando éste es la persona que más infeliz le hace…

Me resulta difícil comprender por qué, si lo mas importante de esta sociedad (o por lo menos el primer paso a la cultura) es la educación, no intentamos empezar eliminando el machismo en las aulas, creando unas generaciones que opten por la igualdad; esa igualdad justa y lógica que no entiendo por qué no existe ya, esa igualdad por la que hay que seguir gritando y luchando.

Una mujer llamada Florence Thomas dijo “Creo que un día existirá en el mundo entero un lugar para las mujeres, para sus palabras, sus voces, sus reivindicaciones, sus desequilibrios, sus desórdenes. Un día, no muy lejano, espero, dejaremos de atraer e inquietar a los hombres; dejaremos de escindirnos en madres o putas, en Marías o Evas, imágenes que alimentaron durante siglos los imaginarios patriarcales; habremos aprendido a realizar alianzas entre lo que representa María y lo que significa Eva. Habremos aprendido a ser mujeres, simplemente mujeres.”

Cuando el mundo empiece a girar en el sentido de la igualdad, de la libertad, no habremos podido gritar ni más alto, ni más claro.





Cristina Pascual

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